jueves, 16 de abril de 2015

¿Dónde están los intelectuales indígenas de Guatemala?


¿Dónde están los intelectuales indígenas de Guatemala?

Por Juan de Dios Simón

Antes era fácil de identificarlos y tener referencia de ellos.  Antonio Pop Caal, Demetrio Cojtí, Rigoberto Quemé, Maco de Paz, Irma Alicia Velásquez, Sam Colop, Irma Otzoy, Celestino Tay, y Manuel Salazar.  Ellos sobresalían en las discusiones y propuestas en los últimos 20 años.  Equivocados o no, estuviéramos de acuerdo o no, pero hacian análisis. No eran simples bravucones, copiando ideas de otros sino había una línea en su pensamiento, tenían un esfuerzo sistemático de manejar la información, procesarlos y con propósitos  ya sea desde la academia, desde su experiencia política o  desde la filosofía basada en la cosmovisión maya,  los difundían, confrontaban y debatían.  Eran capaces de intercambiar sus ideas, confrontarlos con intelectuales de derecha, izquierda, conservadores o liberales no indígenas.  Había un proceso analítico e histórico, identificando patrones que reproducían la discriminación, el racismo, la exclusión y el manejo del poder en contra de los pueblos  indígenas.   

Pero ahora, la mayoría de estos académicos del siglo XX están silenciados,  su tribuna desmantelada, ya no hay tiempo y energía para el trabajo analítico e intelectual. O si tienen el tiempo, quizá ya no es económicamente factible o porque trabajan en instituciones que les prohíben criticar al Establishment

Quizá su vulnerabilidad económica sea explotada por quienes ostentan el poder y pocos de ellos aun sean libres pensadores.  Muchos están trabajando como consultores o sobreviviendo en oficinas  gubernamentales porque necesitan  su salario, lo económico para alimentar a su familia. Algunos se han enfermado,  les ha dado derrames cerebrales,  se les ha caído el cabello,  otros ya han muerto y sus glorias de lidiar con ideas,  en el mundo de las ideas, quedan en el pasado.   

Los  intelectuales  indígenas críticos del poder, son escasos,  la estrategia de cooptación y de control sobre los líderes, ha prevalecido desde la colonia y el poder conservador, reproduce y quiere formar a sus nuevos intelectuales a su favor.  En los diferentes centros de formación que endiosan una ideología como que si esta fuera una ciencia exacta,  les permiten estudiar allí, siempre y cuando no hablen mal o ataquen los principios de ese centro de formación.  ¿Dónde queda entonces ese análisis crítico y analítico? 

Conversando con un colega me decía que Guatemala no es Bolivia, y que aquí la élite económica jamás permitiría un Evo Morales, y en caso de que hubiera un “indio” que llegase a la presidencia,  sería su “indio permitido”, al servicio de ellos.  ¿Es acaso una profecía y que no se pueda cambiar el curso de la historia,  sin que a uno lo tilden de “comunista”?

¿Habrá pasado la época de cambios  y procesos intelectuales?. ¿El cambio de época los ha silenciado o porque abundan los anti-intelectuales?.   

Algunos jóvenes empiezan a visibilizarse en sus dinámicas de liderazgo, pero con tristeza se constata, sin historia, sin conciencia y la tecnología (Facebook, twitter, etc) es su nuevo aliado cotidiano, la globalización ha permitido que llegue a áreas rurales lejanas y ya no se involucran en comunidad.  Muchos ni quieren estar en el país,  desprecian su idioma materno indígena, no ven oportunidades de desarrollo, quieren irse al norte porque dicen que allá se gana mejor, tienen algún familiar o porque se hastiaron de la violencia.  
  
Antes, la intelectualidad indígena desafiaba las hipótesis y supuestos sobre la economía, lo social o la política en Guatemala, pero ahora pareciera que a los líderes emergentes  la tragedia de la colonización,  las rancherías, las encomiendas  y la semi-esclavitud sufrida por los indígenas, ya no importa. Como que no hubiera causas de la actual situación social y la tragedia indígena.  El despojo y asesinato de miles de indígenas campesinos rurales en el conflicto armado, instrumentalizados en la guerra fría, pareciera que es cosa del pasado. Pareciera estar de moda, ser  “indio e india permitido”, pareciera normal que la corrupción y la falta de integridad sea normal para muchos indígenas.   

Pareciera que con palmaditas de un embajador, de un empresario o de un ministro no indígena y que con un viajecito al extranjero, ya se sienten incluidos.
Abundan quienes se adaptan como “dead wood”, madera muerta en el agua de la ilusión del poder, van donde la corriente va, y los jalán donde sean útiles.  Se sienten agradecidos por decorar oficinas del gobierno, o gobiernos internacionales  que se sienten bien, salir en la foto con una Folcklorica.  Son invitados esporádicamente por una familia de la expresión política, económica o social de Guatemala, y se sienten ya miembros de ella, como que su clase, cultura y género de repente se hubiera elevado. ¡Ilusos!  Se olvidan del racismo, exclusión y los mecanismos de concentración de riquezas en manos de pocos, que a lo largo de la historia ha generado las grandes brechas de desigualdad en las oportunidades que aún sufren millones de indígenas que siguen con el mecapal,  siguen descalzos y desnutridos.  Son pobres porque no trabajan, ¡haraganes!  dirá el ignorante.

Ante el vacío dejado por algunos intelectuales, veo que hay empresarios indígenas con algunos indicadores de éxitos y algunos jóvenes con facilidad de expresión, que podrían ser los líderes de hoy y futuro, pero lamentablemente, aun no es visible su compromiso con el desarrollo y sin plena conciencia de pertenecer a los pueblos.  La pequeña burguesía indígena y los empresarios indígenas organizados en cámaras, pueden ser los mejores aliados del desarrollo, si tienen conciencia de sí, y para sí, de lo contrario serán triunfos individuales, casuísticos, y reproductores de maquinarias de desigualdad. 

Hay indígenas sin rigurosidad académica pero de buena fe quieren hacer cambios, sin títulos pero están comprometidos con el cambio, a ellos mi aprecio y mi admiración.  Añoro que las ideas de la plenitud de la vida, los contagie. Que los mapas de pobreza y desnutrición sacudan, asombre y ponga “manos a la obra” a muchos para ser protagonista del cambio.   

Quizá el tiempo de los ideólogos e intelectuales indígenas, tenga una pausa y una espera coyuntural en la historia de Guatemala, y sea necesario volver la vista y oídos a nuestros verdaderos sabios y sabias, nuestros verdaderos maestros y maestras que provienen de la naturaleza. 

Ojalá, la nueva generación indígena, se recuerde de que en sus venas está lo holístico, lo universal, lo milenario está en la sangre, el fundamento del “yo soy tu y tu eres yo” y si la sociedad indígena avanza en sus índices de desarrollo y sus derechos, también es necesario recordar que eso no fue una dádiva del Estado, o de grupos liberales, o corporaciones, sino una lucha y sacrificio de muchos hermanos y hermanas que incluso han ofrendado sus vidas por mantener viva las libertades fundamentales y derechos humanos de sus hijos e hijas.

Quizá el retorno a nuestras bases  indígenas pero con la mirada en el futuro nos concilie a nosotros mismos en este nuevo milenio.  Quizá la búsqueda de las bases ideológicas en nuestra propia forma de pensar, nuestra espiritualidad esté en nuestra recuperación de la práctica ancestral previa a la contaminación de ideologías y doctrinas de derechas e izquierdas.  Quizá la armonía y el equilibrio con nuestra madre tierra que fue encomendado por nuestros abuelos y abuelas sea lo que finalmente nos libere, nos sustente, nos haga disfrutar de la alegría en el universo y nos transforme para este nuevo milenio y siglo presente.