Llamado a la reflexión y a la acción
en medio del temor.
Por Juan de Dios Simón
Como especie humana, nos sentíamos
invencibles pero la pandemia del COVID-19 nos hizo recordar que somos
vulnerables. En China murieron más de 3 mil personas. En Guayaquil, Ecuador,
piden ayuda para enterrar a decenas de cadáveres que están tirados en las calles.
En Italia hay más de 12 mil muertos, cada día mueren centenares de personas y
ya no hay espacio para cremar a los muertos, están buscando fosas comunes. En
España el sistema de salud ha colapsado, hay más de 8 mil muertos, se está
decidiendo sacrificar a los mayores de edad para salvar a la población joven.
Estados Unidos tiene más de tres mil muertos, anuncia prepararse porque en el
mes de abril podría haber entre 100 mil a 240 mil muertos por Coronavirus. En
el Vaticano, 28 sacerdotes y 2 Cardenales han muerto, y varios han decidido
morir y donar respiradores a pacientes más jóvenes. Miles de contagios siguen
aumentando, y las familias de los fallecidos con profundo dolor y llanto.
Las dos economías más grandes del
mundo EE.UU. y Europa empiezan a sentir el colapso, miles de trabajadores
pierden su trabajo, micro empresas ahogándose, el vendedor ambulante con
autoempleo no puede vender sus productos. No hay arma atómica, química o
nuclear capaz de pelear con este nuevo enemigo; un virus. El Coronavirus no ve
posición social, ni cultura, ni lengua, ni sexo, ni religión. Actores de cine,
millonarios muriendo, el Príncipe de Inglaterra ha sido apartado porque tiene
Coronavirus. Placido Domingo casi se muere en México; esto a pesar de la
realidad que en todos los desastres naturales el ciudadano pobre de escasos
recursos siempre es quien pierde más, porque se agrega su situación de hambre,
falta de agua, falta de drenajes, falta de jabón y alcohol en gel.
Algo jamás visto y solo comparable
con películas de terror; las personas en casa se sienten en prisión por su
propia seguridad, aeropuertos cerrados, fronteras restringidas, estadios de
futbol cerrados, campeonatos mundiales y juegos olímpicos reprogramados. El
Papa en la plaza de San Pedro haciendo misa solo y ante una enorme pantalla;
las grandes concentraciones evangelistas reducidas a hablar en redes sociales.
No hay reuniones, talleres o grandes concentraciones de personas. Millones de
padres de familia, de una semana a otro fueron confinados en casa, buscando
alternativas para educar a sus hijos y al mismo tiempo tener ingresos. Las
instituciones de derechos humanos alarmados y abogando para que en los hogares
no existan mas violencia ni des-protección a la niñez debido al aumento de
estrés, angustia y por la depresión.
Mientras tanto, al ver por las
ventanas se observa a la naturaleza más verde, los ríos menos contaminados, los
pájaros y animales mas libres y cantando. El virus está matando a humanos, pero
por lo extraño que parezca, no hay evidencia que este matando al mundo diverso
y vivo de la naturaleza. ¿Estamos escuchando el mensaje del cosmos y de la
naturaleza?
Es un momento de reflexión para la
zona de confort de la especie humana. Momentos de reflexión y de reacción es
necesaria; nada será igual después del Coronavirus. Abundan los slogans de que
“Juntos saldremos adelante”, “Superaremos los obstáculos”; y con
recomendaciones prácticas y efectivas como el distanciamiento social y el
lavado de manos con solidaridad; pero muy dentro del corazón de muchos, anhelan
ver una intervención que rompa las leyes físicas y naturales, “un milagro”.
Se buscan respuestas desde la
ciencia, la política, desde la filosofía, desde las religiones y hay muchas
explicaciones de donde surgió, que consecuencias tendrá el virus, pero casi
todo son probabilidades y posibilidades. El mundo está en caos, hay miedo
multiplicado por los medios de comunicación al ver imágenes apocalípticas y lo
que prevalece es la realidad; de levantarnos todos los días, ver a nuestras
familias, ver nuestras finanzas, recibos que pagar y decir un día más;
protejámonos y cuidémonos.
Los ateos tendrán sus explicaciones y
respuestas ante este caos; pero quienes tenemos la libertad de creer en la
revelación divina sabemos que el Todopoderoso habla por medio de la naturaleza,
el universo y en situaciones como las actuales. Es hora de escuchar esa voz del
Todo, del creador y formador del Todo, del Dios de Spinoza y Einstein “Todo es
Dios, que se revela a través del universo” y regresemos a las bases de nuestra
propia existencia.
El combate del COVID 19, y todos los
tipos de Coronavirus no podrán ser eliminados si no cambiamos nuestra prácticas
ordinarias de Darwinismo social. Esta pandemia no aparece en los Objetivos de
Desarrollo Sostenible 2030; y es un momento para reprogramar y redireccionar
nuestros esfuerzos y recursos para que a nivel planetario, y actuando desde lo
local, podamos contribuir al desarrollo espiritual (subjetiva), material y
relacional de todos; con la conciencia clara de que somos parte de un Todo; que
vivimos en un planeta con interdependencia y que lo que ocurra en EEUU, o en
China, más temprano que tarde, nos afectará en nuestras aldeas y caseríos.
¿Tomaremos la pandemia del
Coronavirus en serio? O solo reaccionaremos cuando nuestros seres queridos
mueran y no podamos darle una sepultura digna. De nosotros depende escuchar la
voz de la conciencia![]() |
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